Los veinte minutos de tutoría se han convertido en más de media hora. Más de media hora de sentir una brisa fresca sobre mi rostro, de oír lo que quería oír, lo que necesitaba oír. Con tan sólo esa media hora ya merece la pena el máster .
El didáctico, apasionado, entregado, histriónico Jesús Micó repasando la historia de la fotografía habló del momento en que la fotografía se abrió a la modernidad entre las dos grandes guerras, lo que se llamó “la fotografía directa”: se fotografía lo que se ve, lo que se tiene delante, sin manipulaciones, sin artificios, …..
Hoy, casi 100 años después, vuelve la “modernidad” …. Oriola observa sin gran interés las fotos con las que gané el máster, y al mostrarle mis otras fotos, esas que no enseño a nadie, esas que son sólo para mi, se detiene y dice …. Joder, esto es lo que tienes que hacer, plantarte delante de algo que te interese, situarte de frente, cara a cara y hacer click, sin más. Tú ya sabes ganar concursos, lo haces muy bien, ahora dedícate a hacer fotografías ….. y termina diciéndome ….. yo estoy loco, bueno, finjo estarlo, pero no soy gilipollas ….
Y se queda uno con el cuerpo descompuesto: después de oír charlas interminables sobre creatividad, concepto, creación, arte, discurso estético, y bla, bla, bla, resulta que la fotografía con mayúsculas, la moderna, la que se impone, la que perdura, es la fotografía de toda la vida, “la fotografía directa”. Y uno repasa las grandes imágenes que han pasado a los anales de la historia, las que visten las paredes de los museos, las que llenan de cifras astronómicas las subastas y dice: joder, pero si es verdad.
Y se vuelve uno a casa con cara de gilipollas y encima sin estar loco …. ¿y ahora qué hago?
Fotografía: Plaza de Shangri-la (Provincia de Yunnan, China), bajo la luz de la luna y envuelta en los cánticos nocturnos que cada noche los tibetanos regalan al cielo. Que lugar tan mágico, tan lejano, tan distinto.