El sábado amaneció Madrid cubierto por una espesa niebla, lo que me hizo suponer que arriba en la sierra podría estar despejado y las vistas serían fantásticas. No me equivoqué.
A medida que iba subiendo desde el Tranco hacia la Gran Cañada, atravesando la fría niebla, las roquedas se asomaban como fantasmas por el abismo de nubes. Por un momento me pareció ver las formas de las misteriosas y mágicas montañas Huangshan de China, aquellas que pude visitar el año pasado. Y por un momento me pareció estar en cualquier sitio y en todos a la vez ....
Cuando la niebla cubre las caprichosas rocas de la Pedriza, sus habitantes aprovechan a salir, creyendo ser ajenos a las miradas perturbadoras de los visitantes del fin de semana. Pero cuando la niebla se retira, agitada por el viento, asoman sus cervices por cualquier risco, y asisten atónitos al espectáculo: un mamífero bípedo les apunta con una caja negra mientras suena un click.
Es hora de levantarse y cambiar de lugar, aquí ya no estamos solos.