Las aguas heladas me reciben en la solitud del paraje. Los finos copos de nieve bailando delante de mis ojos caen sobre el embalse, depositando su gélido beso. Arroyos cristalinos borbotean entre los carámbanos de hielo, abrazando las rocas, se estrellan contra el cielo. La soledad. El silencio.
Las náyades huyeron, detrás de las cigüeñas con sus alas pintadas de blanco.
Aquí no queda nada. Sólo la fría danza.
Me quedo de pie, contemplando como se escapa el día entre los copos de nieve y los cendales que se descuelgan del cielo ocultando la sierra.
Y aquí, donde acudo a escuchar mis sueños, sigue gimiendo el invierno.
2 comentarios:
Estremecedor paisaje y relato, desborda soledad y misterio.
Un abrazo.
Extraordinaria amigo, el relato fantástico. Un abrazo José Luis.
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