Casi ni había entrado en la habitación y ya estaba la enfermera aguja en mano sedienta de mis venas: es tal el pánico que tengo a las vías, escarmentado ya con tantas flebitis en el brazo izquierdo, que me ha empezado a temblar el brazo "sano" como si fuera un niño. Y en la vida me ha dolido tanto un pinchazo ...
Me esperaba mi primera dosis. Una menos. Por delante, tres más. El miércoles, la última. El doctor (me parece increíble la dedicación de estos profesionales, domingo, fiesta de San Isidro, y no dejan de acudir al hospital a controlar y pautar el tratamiento de sus pacientes) que me saluda con una enorme sonrisa me anima: esta vez la dosis es menor y te irás a casa cuando terminemos, eso sí, en casa estarás muy flojo una temporadita y te tendrás que cuidar. Y si tienes fiebre, a urgencias ... ¿El fin de semana en casa?
Fotografía: indescriptible la sensación de volver a oler a tierra mojada, mientras pequeñas gotas de lluvia resabalan por mi rostro, y el aroma de los pinos flotando por cada rincón del bosque ... ¡Indescriptible!

5 comentarios:
José Luis, lo demás, el dolor de verdad, el miedo de verdad... no lo conozco aún, estoy aprendiendo a sentirlo gracias a tu blog, pero lo que sientes en medio de ese bosque, el olor a pino, las gotas de lluvia... eso, afirmo contigo, sigue siendo algo indescriptible y maravilloso.
Mucha suerte con este nuevo ciclo.
Un beso.
Ana Márquez
¿Cuándo vas a cambiar esa etiqueta de “la muerte blanca”? Pasado ya el susto es evidente que estás más vivo que la mayoría de nosotros.
Una etiqueta no es más que eso: una etiqueta.
Un buen día, desaparecerá.
Sin palabras............
Otro pasito amigo, ya quedan menos.
Espero verte pronto.
Un abrazo.
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