Todas las fotografías y textos son propiedad del autor. Todos los derechos reservados. Copyright © 2010 José Luis Esteban




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jueves, 15 de enero de 2009

Del pornográfico y ninfomaníaco artilugio mágico

¿Acaso duda alguien de que una cámara de fotos no es un artilugio mágico? Pues eso es que no la conoces, invisible lector.

La cámara de fotos es una puerta diabólica hacia otros mundos que existen paralelos al diminuto mundo que conocen nuestros ojos. Y además es pornográfica. Sí, sí, no te rías, pornográfica y ninfómana. No soy el primero ni seré el último en decirlo: hace pornografía con la luz cuando el gran dedo masturbador excita el obturador y las cortinillas se corren por dentro de la cámara chirriando de placer, hasta que el sensor alcanza el clímax cuando le penetra la luz… ¿es o no es pornografía? Y una vez que alcance la cumbre del placer, vuelve a pedir una y otra vez más y más y más, hasta que la tarjeta de memoria queda extenuada. ¿Es o no es una ninfómana?

Ummm, como me pone mi CANON 400D.

¿Qué es lo más parecido a pasar una noche sin sexo durmiendo al lado de miss Universo? Sí, eso mismo, una anodina y ridícula fotografía para el álbum familiar. ¡Que horror!

No pretendo crear posts para enseñar técnicas fotográficas, eso se lo dejo a otros espacios multitudinarios y famosos. Y además quién soy yo para enseñar….

Yo hablo siempre de otras cosas… de abrir la mente y dejar volar la imaginación.

¿Qué pasa cuando el excitado obturador presa del placer se abre por entero y permanece en éxtasis durante uno, dos, tres, cuatro segundos, agitándose de placer entre las trémulas manos del amante fotógrafo?

Pues que como en un aquelarre de brujas, el maligno emerge de la oscuridad y se muestra, entregándose a una desenfrenada orgía de luces y colores. Y entonces se hace la magia y nuevos mundos aparecen ante nuestros incrédulos e inocentes ojos. Probarlo es quedar pervertido para siempre.

Un ocaso aburrido y sin gracia, se convierte en unas ondas misteriosas.




















En una triste gasolinera se pueden ver los vapores de la gasolina ¿o acaso es el espíritu del surtidor que se ha mosqueado por hacerle una foto?




















Y el colmo de la suerte es poder ver una carrera de correcaminos delante de las Torres de la Plaza de Castilla.



















Ya lo dijo Lao Tsé, el mundo es una gran vasija llena de espíritus. No seamos aburridos, atrapémoslos con la cámara.

viernes, 9 de enero de 2009

De miedos y otras hierbas



















Se ha escrito tanto sobre el miedo que uno se podría pasar toda la vida leyendo y leyendo. Por qué escribir algo más…

Alguna vez me he preguntado sobre la primera vez que tuve miedo... pero no me acuerdo. Aunque si recuerdo la última vez que lo he tenido. ¿Será que nuestros miedos se olvidan? Estoy seguro que no, porque los miedos se aprenden y se guardan en nuestra maldita memoria asociativa. Ay esos “perversos” padres que educan a sus hijos inculcándoles el miedo, no saben cuánto mal hacen.

Entonces me pregunto si la primera vez que tuve miedo fue porque lo había aprendido, porque me lo habían contado, porque me habían amenazado…. o si existen miedos genéticos, por el mero hecho de ser un hombre.

Vaya, ahora recuerdo, sí, lo recuerdo. Recuerdo ese día en el que la quietud y la tranquilidad que me protegían se resquebrajaron de repente. Recuerdo ese día en el que la cálida penumbra que me cobijaba se abrió de par en par. Recuerdo ese día en el que la luz del otro lado me cegó. Y sentí miedo, mucho miedo. Sentí miedo porque no sabía lo que había al otro lado, y si lo hubiera sabido me habría muerto del susto. O por lo menos me habría resistido más a salir.

Malditos miedos.

(Esto se lo dedico al bestia que me sacó de allí agarrando mi cabeza con unas pinzas …¡pero qué animal, coño!)

sábado, 3 de enero de 2009

Las últimas luces

Soñando atardeceres perseguí las últimas luces por cada rincón, caminando sobre las aguas, y a ratos volando. Cuando quería atraparlas, cambiaban de color, y entonces comprendí que querían jugar al escondite. Así que cerré los ojos y dejé que se escondieran.



















No me fue difícil encontrarlas porque supuse que correrían hacia el este, a esconderse detrás de alguna montaña, o quizá entre los árboles que señalan el horizonte. Permanecí callado en la oscuridad para que no me vieran, para que no me oyesen. Como son curiosas e inquietas, pronto se asomaron, y entonces las atrapé.



















Pero como sueño son, al abrir los ojos, desaparecieron. Y si lo que vi fue realidad o no lo fue, a quién puedo contárselo que me crea.



















Que hermosas son, que bellas. Y a quién le importa el resto, si el sueño son ellas.