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lunes, 29 de agosto de 2011

Recuerdos de infancia: la morena del cuadro

Los tan lejanos recuerdos de infancia son tesoros que jamás deberíamos dejarnos robar. Magnificados siempre por su lejanía y la deformación infantil, a veces nos devuelven pesadillas y otras nos regalan imágenes idílicas.

Entre los míos, que cada vez quedan más distantes, está el recuerdo de una hermosa mujer morena pintada en un cuadro de una exposición a la que mi padre me había llevado. Un sobrecogedor y mágico claroscuro hacían de su tez blanca una aparición celestial saliendo de las tinieblas. Sus piernas no parecían tener fin, pero lo que más me turbaba era su provocador hombro apuntándome hacia donde parecía asomarse, tímido, uno de sus pechos. La chica piconera de Julio Romero de Torres se quedó para siempre grabada en mi subconsciente.

Aquella tarde había quedado con Amparo para hacerla unas cuantas fotos. La magnífica luz que se colaba por el ventanuco del pasillo del hotel llevaba varios días robándome el sueño, pero no era capaz de imaginarme ninguna foto en ese rincón. Senté a Amparo en un pequeño silloncito del pasillo y la fui moviendo de posición hasta que de repente se apareció ante mi fugazmente la chica piconera, como rescatada de un sueño. Me dirigí a toda prisa hacia mi cámara, que me aguardaba montada en el trípode, y apreté ansioso el disparador. Miré de nuevo al sillón, pero la piconera de piernas infinitas y hombro desnudo había desaparecido. Allí sólo estaba Amparo, con una incipiente sonrisa y su larga cabellera negra precipitándose al vacío.

Y recordé el cuadro, a la hermosa morena y volvieron, como golondrinas a su nido, recuerdos de mi infancia





Fotografía: gracias a Amparo, una belleza cántabra, por posar para mi.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Arte conceptual

Sigo a vueltas con el concepto y el discurso artísticos, sobre todo cuando se habla de fotografía. Y al obcecado fielato que se le sigue procesando en las escuelas de fotografía, hasta tal punto que este extremismo se me antoja ya rancio, caduco y obsoleto. El urinario de Duchamp data de 1917, ¡ya va haciendo tiempo!

Y digo esto desde el cansancio de tener que leer, ver y oír, repetidas veces hasta la saciedad, que cuando una "supuesta obra de arte" carece de estética, es ininteligible, o absurda, o grosera y, lo peor, que en el fondo se burla del espectador, lo denominan arte conceptual. Y lo que ha sido la revolución en el arte, que la idea esté por encima del objeto que la representa, se ha convertido en el refugio de los caraduras y la muletilla de la gran masa.

El culmen de tamaño despropósito fue aquella exposición, celebrada en París hace dos años, en la que la obra consistía en una galería de arte con todas sus paredes pintadas de blanco y completamente vacía. Y para colmo, o más bien para "cachondearse de todos los espectadores" se tituló "Vacíos". Señores inventores de lo inventado, John Cage compuso una canción que era sólo silencio de 4 minutos y 33 segundos e Yves Klein expuso ya una habitación blanca y vacía, y vendió espacios vacíos de París por oro (y se hinchó a venderlos), y eran los años sesenta. Está ya todo inventado. Recuerdo haber leído en aquella ocasión de un crítico que al ver la exposición se quedó anonadado ante la "pureza" del concepto. ¡El colmo!

Pues no, no es el como. El fin de semana pasado un "artista" (jajajajaja) se encerró en una jaula con un montón de gallinas mientras él dormía la mona por los efectos de los barbitúricos, ansiolíticos y demás mandangas que le administraba su novia, también "artista" (jajajajaja). Quería "mostrar que somos todos iguales, independientemente del lugar que ocupamos en la cadena alimentaria". ¿Es un geta o un gilipollas? O quizá sea un artista conceptual, quién sabe.



Después de pensarlo mucho, yo también me he vuelto artista conceptual. Y esta es mi primera foto en este campo, titulada "Desechos de tienta". El concepto está claro, ¿o no?


jueves, 18 de agosto de 2011

¿Qué me pasa doctor?

Cariacontecido vengo. Cabizbajo, umbrío, turbado.

Siento unas 900 punzadas opresivas en mi pecho cada hora (cuestión de haber sufrido un aspirado de médula esta mañana, supongo).

Compungido estoy. Atribulado, mohíno, acongojado.

"Doctor, doctor, tengo una fatiga tan enorme que hay días que no salgo de casa, peregrinando de la cama al sofá, y del sofá a la cama. Y todo empezó cuando dejé de tomar el medicamento B, que usted me pautó para contrarrestar los efectos del medicamento A. Y todo ello acompañado de dolores musculares"." Analíticamente no tiene explicación. Está todo correcto", me espeta el doctor.¡Joer con la corrección!, pienso yo para mis adentros, pero si casi todos los parámetros están por debajo de los mínimos. "Claro, que a veces al dejar de tomar el medicamento B dan bajones", añade el doctor. ¡Joer con los bajones!.

"Doctor, doctor, que los eccemas se han extendido por todo el cuerpo y no duermo por las noches de los picores". " A ver, pantalones fuera ... ummmm ... sí, una dermatitis, pero esto no es por culpa del medicamento A. Te mandaré a un dermatólogo".

(Al llegar a casa leo los prospectos de los medicamentos A y B: para mi indignación y desánimo "resúltase" que todo lo que me pasa está incluido entre los efectos adversos frecuentes que describen. Tanto durante el tratamiento como cuando se suprime la medicación. Así mismo se describen otro efectos que, casualmente, también sufro y que no voy a enumerar por falta de tiempo y ganas).

"Doctor, doctor y ahora ¿qué?". Pregunto arañándome los brazos y mordiéndome los labios, sencillamente aterrado. "Bueno, pues en los próximos 2 años seguirás el tratamiento del medicamento A acompañado del medicamento B durante 15 días cada 3 meses. Diariamente tomarás 2 pastillas del medicamento C, y una vez por semana 12 pastillas del medicamento D que ya veremos si no se convierte en un jeringazo semanal. Y cada 2 meses una biopsia, o sea, un aspirado de médula". Frunzo el ceño y retuerzo la boca. "Pues acostúmbrate a las biopsias, que son ya de por vida. Hay que controlar tu médula pues en un 10% de los casos la leucemia rebrota y hay que atajarla precozmente".

"Por cierto", añade el doctor, "léete bien los prospectos de los medicamentos C y D porque interactúan con un montón de otros medicamentos y su toxicidad también es considerable. Ni se te ocurra automedicarte ni con un Ibuprofeno. Cualquier futuro tratamiento, me lo debes consultar. Lo dicho, ni una maldita aspirina".

Y ahora digo yo: vaya futuro de mierda que me espera ....


Enciendo la televisión y escucho a un prelado en mitra y palio regañando, más que arengando, a sus jóvenes cohortes por el "rampante relativismo espiritual". Y los indignados, indignándose. Y nuestros políticos, escaqueándose. Y la Merkel muy preocupada. Y Obama en autobús.

Y ahora digo yo: vaya futuro de mierda que nos espera .....



Fotografía: un horizonte incendiado en un océano muy negro en un rincón de Cantabria de cuyo nombre no quiero acordarme.

viernes, 12 de agosto de 2011

Mi mar, el mar

Hoy volví a ti
mi mar, el mar,
llanura de lágrimas de sal.

Hoy llegué a ti
a cumplir mi juramento,
con el cuerpo quebrado
la muerte en mi sangre,
obscena, rebullendo.

Se dio el alma de sí
de tantos dolores y penas,
y se ha perfumado el aire
de lamentos.
Mi mar, el mar.

Me asomo a ti,
océano de paz,
envuelto en sombras:
quien sabe si huyendo,
quien sabe si pertinaz,
a morirme entre tus brazos vengo.

Y ahora que yo quería hablarte
se han roto los cielos,
y las nubes que te rodean
las hogueras encendieron.

Y ahora que yo quería cantarte
mudo me quedo,
mi mar, el mar,
abismo de lágrimas de sal.

¡Qué bello mar, qué bello!
¡Qué bello mirarme en ti, qué bello!

Hoy volví a ti
de la muerte huyendo
y te encontré, mi mar,
jugando con la luz,
allá en el horizonte,
donde los días mueren.

Y ahora que yo quería decirte
que escapando vengo,
apagas la última luz
y te me vas.


Hoy lloré en ti
mi mar, el mar,
refugio de mis lágrimas de sal.
¡Qué triste vengo!
¡Qué lejos te vas!





Fotografía: otro rincón de Cantabria de cuyo nombre no quiero acordarme

lunes, 8 de agosto de 2011

El último rincón

Sucede que me canso de estar cansado, con el cuerpo dolorido y la piel carcomida de picor.

Sucede que me voy a buscar allí donde se halla el último rincón.

"El último y el primero:
rincón para el sol más grande,
sepultura de esta vida
donde tus ojos no caben."


Sucede que cuando lo encuentre, o acaso lo haya encontrado, grabaré su rostro y olvidaré su nombre.

Sucede que si alguien más lo encuentra, o lo roba, o lo hiere.

"Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, nadie."

El último rincón, de Miguel Hernández





Fotografía: un rincón de Cantabria de cuyo nombre no quiero acordarme