Todas las fotografías y textos son propiedad del autor. Todos los derechos reservados. Copyright © 2010 José Luis Esteban




VISITA MI WEB: www.jlesteban.es




domingo, 28 de diciembre de 2008

Y el cielo se puso su túnica …

… de gala para despedir el día. Una túnica que tejieron las hadas del pantano con pálidos hilos de color rosa y naranja. Una túnica que solo usa en esas imprevisibles tardes en que se juntan todas las hadas para volar por encima de las tranquilas aguas, danzando sonrientes con sus zapatillas de baile y sus vaporosos tutús de seda, esperando el beso de la luna. Esas tardes en las que se puede escuchar un rumor de sonrisas en todo el valle, y una leve brisa helada acaricia la superficie del agua.



















Sentado sobre una roca, un nuevo atardecer, otro día que acaba, otro sueño que no llega, otro sueño que se escapa. Y la pesadilla que trae la noche acecha escondida. Pero que espere, que calle, que este momento es para mi.



















Un atardecer es un atardecer. Pero éste trae baile de hadas.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Tras la nevada




















Dudar que la esencia de este Planeta tenga un componente mágico, o aún peor, no ser consciente de ello, es lo que lleva a la mayoría del género humano a pasar por esta vida sin disfrutar del más bello y sorprendente de los espectáculos: la Naturaleza.

Hace dos sábados la nieve transformaba el campo con un blanco manto mágico, y el sábado siguiente, un cendal de nubes se tiñe de colores para despedir el día y lavarse la cara en las aguas del pantano. Allí se suceden magentas, salmones, amarillos y azules en aquelarre de colores que pintan el cielo

Y verse allí, sólo, bajo ese palio lujurioso no tiene precio. Y el que pueda tener, aún con sangre, se paga.

Hasta la impávida piedra que asoma no quiere perderse el ocaso, y se queda boquiabierta y con los ojos atónitos, sin pestañear por no perderse ni un segundo de lo que allí acontece.

Ya he leído y escuchado de varios afamados fotógrafos, de cuyos nombres ahora no quiero acordarme, que fotografiar atardeceres es cosa de “fotografiadores” noveles y pueriles, amas de casa, jubilados y otras huestes similares. Que desde que existe la Tierra, cada día se pone el sol, que al año hay 365 atardeceres …. que un atardecer es sólo un atardecer.

Pues bien, mejor que piensen eso, que se vayan a fotografiar modelos en pelotas delante de fondos surrealistas, vendan sus fotos y sus libros, den conferencias y me dejen a mi aquí sólo, bajo el cielo, disfrutando atardeceres y soñando.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Una tarde de invierno























No hay mejor forma de pasar una dura tarde invernal de frío y nieve, que sentarse calentito en el sofá y mirar por la ventana como los gélidos copos de nieve tiñen de blanco el paisaje ... ¿o sí la hay?

Quizá sea mejor sentirlo. Comprobar como el paisaje se ha velado, y cada rincón, hasta el más cotidiano, se ha transformado. Soñar de nuevo y dejar que la Naturaleza nos muestra su magia en clave alta.

Quizá sea mejor sentir la nieve revoloteando por encima de la cabeza, el frío entumeciendo las manos, y el inequívoco crujido de cada pisada sobre la alfombra blanca y traicionera que cubre el suelo. Oler la humedad, respirar el silencio, sentir la helada mano del invierno en el rostro.

Quizá sea mejor estar ahí fuera buscando el invierno en cada rincón, y quizá, tal vez, te puedas encontrar una procesión de centinelas camino de quién sabe dónde.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Centinelas











Persiguiendo árboles y montañas tuve un sueño. Un sueño que no culminaba en la Naturaleza. Muy al contrario, nacía de ella. Emprendo un viaje hacia un territorio inhóspito, desconocido. Y siento miedo, porque estoy solo con mi cámara frente a un nuevo mundo.

¿No os habéis fijado nunca en los centinelas? Sí, esos soldados apostados en cualquier sitio, que solo se ven cuando velan. Están alerta, quizá esperando que caiga el sol, quizá que la noche venga ¿quién sabe? No abandonan su puesto, aunque nadie los ordena.
¿Por qué vigilan?¿qué esperan? ¿quién los mandó allí?

No los preguntes, no, que no contestan. Pero de allí no se mueven, no, aunque ninguno lo entienda.

Seguiré vigilándolos, y quizá algún día lo sepa.