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viernes, 27 de febrero de 2009

Plan55

Mi gran amigo y fotógrafo Fernando Sturzenegger (Plan55) me sorprendió ayer con la agradable noticia de que había sido seleccionado entre los 10 finalistas de la categoría "conceptual y abstracto” del concurso internacional "Sony world Photography Awards, Cannes 2009”.

Este entrerriano de espíritu inquieto y alma solitaria, hijo de Gualeguay, argentino pues, posee el don del ojo fotográfico. Y eso lo supe desde la primera fotografía suya que vi.

Yo tengo a bien poder decir que el año pasado, en una disputada lucha, quedé en segundo lugar como mejor foto del año 2008 en el foro dZoom, por detrás del amigo Fernando.

Su fotografía “Fantasía, magia y misterio”, interminable como dice él, sospecho que es la nominada para el premio final de Sony, porque no indican que foto es. Esta obra de arte fue la que me ganó como foto del año dZoom 2008:




















Y esta es la mía, que quedó en segundo lugar “Daichi, historia de una muerte”

Lago en Kunming

Ahora, encerrado en su ostracismo y con la fama mordiéndole los talones “se siente como ser amigo de Dios y el Diablo a la vez”. Acaso ambos, quizá, se junten más de una vez a hablar con mi amigo Fernando.

Desde aquí te deseo toda la suerte del Mundo, Fernando. Espero verte en Cannes recogiendo el premio.

jueves, 12 de febrero de 2009

Huangshan, la montaña amarilla (I)

"No vale la pena ver ninguna montaña después de un viaje a las Cinco Montañas Sagradas, y ninguna de las Montañas Sagradas merece ser vista después de un viaje a Huangshan". Escribió alguna vez cierto poeta chino.

La montaña Huangshan está ubicada en la provincia de Anhui, sudeste de China.



















Cualquier montaña de por sí tiene su encanto especial, su magia y su misterio. Pero ésta, sin duda, es como pocas. Sus picos de granito de formas caprichosas y peculiares igual emergen solitarios en mitad de un valle, que se agolpan en camaradería apiñados unos contra otros. Estas morfologías contra toda regla y la peculiar mística del pueblo chino, han originado que cada uno de estos picos tenga un curioso nombre. Traigo algunos de mi memoria: el pico del loto, el pico de la cumbre brillante, el pico celestial, la roca Yangdang, el pico ascendente, el pico del león, ... son algunos de los nombre con que han sido bautizados.

Recuerdo haber preguntado a nuestro guía sobre el origen de alguno de estos nombres, a lo que él, sin apenas cambiar el gesto y con voz pausada (ademán propio de esta cultura que se torna mística cuando habla de sus tradiciones, en contra de su habitual descortesía y rictus histriónico), me respondió que sólo a través de los ojos de un chino se puede entender el significado de estos nombres. No fue la única vez que recibí una contestación así. Quizá pensaban que yo, por no tener los ojos rasgados ni encender varitas de incienso delante de un Buda, sería incapaz de comprender que el pico del león no se llamaba así porque tuviera la silueta del felino, sino por alguna antigua leyenda. O tal vez porque los pliegues de sus rocas, iluminados por el sol del atardecer, semejaban las melenas del rey de la sabana. Para ellos soy occidental: como hamburguesas todos los días, devoro películas de Swatzeneger y lo único que conozco de china es Jackie Chan. Cómo iba a entenderlo ...



























Y hablando del sol, no hay montaña como ésta que cambie tanto de color según le abrace la luz. Puedes estar viendo un pico de aspecto verdoso, oscuro, y en un abrir y cerrar de ojos se aparece amarillo, brillante. Huangsan es cambio continuo.

Pero si sus picos son peculiares, más aún lo son sus coníferas, que en más de 300 variedades se esparcen por doquier. Éstas crecen en los lugares más insospechados, en los lugares más difíciles, en los más inverosímiles. Una veces emergen de entre las grietas de una montaña, otras en mitad de una roca, otras parecen la bandera que marca una cima o emergen altivas de las entrañas de un barranco. Y a menudo se las puede ver en procesión, como si se tratara de una cuerda de montañeros cresteando por cualquier pico.



















Estas coníferas son famosas por su longevidad, pues la mayoría de ellas sobrepasa los cien años y las hay que tienen más de mil años.

Y aquí es cuando toca explicar porqué a esta misteriosa montaña se la llama “montaña amarilla” (Huangshan), cuestión que pocos conocen y menos allende la gran muralla. Yo, como soy un pobrecito occidental, debería de pensar que es evidente: el color amarillo que tienen las montañas cuando las da el sol. O eso le gustaría creer que pienso a cualquier guía chino.

Antiguamente esta montaña era llamada Yishan (algo así como la montaña verde oscuro). Y a fe que este color es el más apropiado, porque normalmente las nubes ocultan el sol y es el color verde oscuro el que predomina. Sin embargo, el emperador Li Longji de la dinastía Tang cambió su nombre en honor al legendario emperador amarillo Xuanyuan del que se dice que alcanzó la inmortalidad en estas cimas. Bonita alegoría a la longevidad de sus pinos, que sólo la mente mística de un chino es capaz de comprender ....

Huangshan es cambio, ya lo dije. Porque todo el paisaje antes descrito, además, está en perpetua transformación. Un mar de nubes inmenso como un océano e imponente como el Universo hacen las veces del manto de un mago, que hace aparecer y desaparecer sus montañas y sus barrancos. Lo mismo se puede contemplar un pico solitario saliendo del abismo de un barranco con la niebla como fondo, que al instante desaparece absorbido por la niebla y se levanta el telón de fondo dejando ver en la inmensa lejanía una cordillera de picos que se pierde en el más allá. Las nubes místicas se arrastran de aquí para allá, cambiando el escenario minuto a minuto. La neblina se eleva y disminuye, te abraza y de desvanece. Sí, Huangshan, la montaña sagrada, es cambio. Vive una perpetua y vertiginosa metamorfosis.



Por qué siempre hay niebla, se preguntará el inquieto lector. Hay que remontarse a la vieja China y a la trágica vida de sus habitantes. Cuentan los lugareños que había un apuesto campesino locamente enamorado de una bella joven de una plantación de té. Pero el señor de aquellas tierras, un despiadado tirano, prendado de la hermosura de la joven quiso convertirla en su concubina. La joven huyó. Pero el cruel tirano presa de la ira mandó decapitar al joven amante. Cuando la joven campesina se enteró, buscó el cuerpo de su amado en lo más profundo de las montañas donde los soldados del tirano habían arrojado su cuerpo. Desgarrada por el dolor al descubrir el cuerpo sin vida del joven, empezó a llorar desconsoladamente y las lágrimas no pararon de brotar de sus ojos. El cuerpo de su amado se convirtió en un arbusto de té, que rápidamente fue creciendo hasta cubrir todos los valles. Las lágrimas de la campesina se evaporaron conviertiéndose en la eterna niebla que recorre noche y día las montañas de Huangshan.



Para terminar, que mejor que recordar otra antigua leyenda. Como en la mayoría de las tradiciones chinas, los ocho inmortales están presentes (pero la de estos es otra historia):

Cuentan que en una ocasión, en la que estaban citados los ocho inmortales, Han Xiangzi no acudió. Zhang Guolao, sabedor de la admiración que las montañas causaban en Han, supuso que se habría entretenido en la contemplación de alguna de ellas camino de la reunión. Siendo Huangshan la más hermosa de ellas, Zhang corrió entre las nubes para ir en su busca. Y allí encontró a Han, sentado en un risco, fascinado con la visión de la montaña que había hehco olvidar su cita. Pero Han no quería marchar de allí. Ante las súplicas de Zhang, Han decidió esculpir una piedra con su figura y colocarla en el risco donde estaba apostado, de tal manera que supiera encontrar a la vuelta el lugar que le había cautivado. La piedra recibió el nombre de “la que enseña el camino al Inmortal” (por culpa de las trascripciones no se sabe bien la ubicación de dicha piedra, aunque algunos autores afirman que es la conocida piedra Yangdang).




















Concluye la leyenda narrando que ambos inmortales partieron de Huangshan montados en el burro en el que siempre viajaba Han, pero sentados hacia atrás: Han para seguir contemplando su montaña mágica y Zhang para vigilar que Han no se diera la vuelta. Aunque bien saben las estrellas que los vieron partir que ambos viajaban de espaldas porque no podían dejar de admirar la belleza de la montaña amarilla.



















Alguien se podrá preguntar cómo será esta montaña en un amanecer o en el ocaso. Bien, este que escribe no pudo resistirse a la tentación y acompañado de mi fiel compañera de viajes y aventuras, se levantó a las 4 de la madrugada para comprobarlo .... pero eso es otra historia.

domingo, 1 de febrero de 2009

Shigu



















En un recóndito pueblo del suroeste de China el tiempo se detiene. A pocos metros, el Yangtzé se revuelve y retrocede sobre sus pasos. Se detiene en su huida, para regalar el beneficio de sus caudalosas aguas.

Aquí, en Shigu, la primera curva del río Yagntzé es venerada. Pero no tiene monumentos, ni placas.

Por aquí pasaron las huestes chinas a conquistar el Tibet, y por aquí también pasaron los guerreros tibetanos para arrojar de sus tierras a los invasores imperiales. Por aquí pasó la larga marcha roja del ejército rojo hacia el norte. Las gentes de Shigu, de la minoría étnica Naxi, han pasado la vida con una espada en la mano y en la otra una azada.

Si el viajero camina por sus calles y está atento, no puede dejar de oír, entre el bullicio de sus habitantes vociferando en el mercadillo, el eco de hazañas pasadas. El rumor de los caballos atravesando el río, el choque de las espadas y el sangriento fragor de alguna batalla…. en Shigu, el tiempo no se detiene.