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jueves, 27 de octubre de 2011

Mi noche toledana

Firmada la tregua y apenas las sobras del citotóxico pérfido y sus esbirros antineoplásicos habían sido expulsados de mi organismo, empezaron a arribar, en jovial, divertido y bullicioso tropel, los anhelados leucocitos y sus micrófagos ávidos de diapédesis, vestidos con gran boato de estricto blanco y toque púrpura, y aviados con sus más valiosas enzimas, seguidos de sus servidores, hematíes, transaminasas y demás hematopoyética corte. Los cortejos que partían oxígenados “plus ultra” del corazón, con gran algarabía y festejo, absorbieron la curiosidad del resto de los órganos, que entreabrían sus puertas y ventanas a su paso dejándose ocupar por aquel torrente de maná, milagroso manjar.

¡Qué dulce y brevísimo espejismo éste!. El amenazante oprobio, la premeditada y alevosa ignominia acechaban en la sombra como hampones, ¡el bilioso volcán, incubado con ira y rabia, estaba, al cabo, próximo a desbordarse de nuevo!


Siete días duró la tregua. El atrabiliario y altivo hechicero de la bata blanca había enviado su carnívora guardia de jayanes, metotrexatos y mercaptopurinas, oculta en diminutas pastillas a uno de los órganos que servían de despensa al resto, el agraz estómago. Allí aguardaron silenciosos como chacales, carroñeros y gregarios, al fúnebre cortejo de invitados, abalanzándose sobre los desprevenidos caballeros sin pronunciar una sílaba, barriendo a los moribundos a una laberíntica cueva conocida como hígado, donde se hacinaban los cadáveres en revuelto acervo. ¡Nadie hubiera adivinado que, como prueba de los protervos sentimientos y de la incivilidad del bárbaro hechicero de la bata blanca, aparecerían más tarde emborronadas en tinta sobre el pergamino de un laboratorio de análisis, con ojos vidriosos y vista empañada por el velo de la muerte, las lívidas cabezas de cuatromil leucocitos!

Se repite, entre lágrimas y lamentos, mi “noche toledana”.




Fotografía: una playa de Asturias que por torpeza no recuerdo, o quizá sea efecto de la noche toledana y su maquiavélica conspiración contra mi maltrecha memoria.


1 comentario:

J. Lopez dijo...

¡Vive Dios! Que me ha costado descifrar este escrito es un hecho.
¡Por lo que más valga! No sigáis relatando con semejante prosa o mis cortas entendederas alcanzarán su más lejano límite y no lograré vislumbrar que os acontece.
De la imagen acompañante sólo diré que envío mis loas al Altísimo por permitir que, no recordando el nombre del lugar, sigáis teniendo la virtud de deleitarnos a los aprendices de la luz con obras como esta.
JLS