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viernes, 9 de abril de 2010

Berria y el centenario del nacimiento de Miguel Hernández

En este año 2010 se cumplen 100 años del nacimiento de uno de los mejores poetas españoles. El poeta pastor, el poeta despreciado, desubicado. El desafortunado. El más apenado que ninguno. El poeta nacido para el luto: Miguel Hernández.

Estando a los pies de la cárcel de Berria, en Santoña, Cantabria, encontré este árbol solitario, mecido por el viento, olvidado detrás de un muro. Se miraba, triste, en el agua, y me pareció verlo umbrío por la pena y casi bruno.

Había pensado hacer tarde o temprano un homenaje a uno de mis poetas favoritos, a mi poeta de la pena eterna, del llanto silencioso, del rayo que no cesa. Que mejor fotografía que ésta para ilustrar una de sus poesías. Soneto que desde la primera vez que lo leí se me quedó grabado para los restos, siempre a mis penas fiel, pero importuno:

Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!


Miguel Hernández "El rayo que no cesa"



Ahora, sólo queda enmudecer y saborear su rima en la umbría de mi habitación.



4 comentarios:

cinta dijo...

muda me he quedado y eso es dificil me encanta tanto la foto,como tu poesia,animo maestro

Anónimo dijo...

Muy bueno (foto y texto).

Te recomiendo los “Poemas de la oficina” de Mario Benedetti.

fragmentos:

Voy a cerrar la tarde
se acabó
no trabajo
tiene la culpa el cielo
que urge como un río
tiene la culpa el aire
que está ansioso y no cambia
se acabó
no trabajo
tengo los dedos blandos
la cabeza remota
tengo los ojos llenos
de sueño
yo qué sé

Quién me iba a decir que el destino era esto.
(...)
Aquí no hay cielo,
aquí no hay horizonte.
(...)
Otro día se acaba y el destino era esto.


Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.

Y, desde la oficina te digo que te dejes ya de melancolías y vuelvas a trabajar, que se va el becario y estamos desinstrumentados.

Eluge dijo...

Que magistral composición y que gratos recuerdos.

Un abrazo.

J. Lopez dijo...

Me encanta la serie que llevas de fotografía de paisaje. Su contemplación me aporta una paz tremenda. Gracias por ella, que la necesito muchas veces al día.
JLS