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miércoles, 27 de enero de 2010

Seppuku y las lágrimas del samurai

Hoy el samurai está mudo. Una larga y negra lágrima le recorre el rostro. Hoy se despidió de un pedazo de su vida. Hoy perdió la última de las batallas. En soledad, malherido.

Unos trazos de tinta sellan el adiós. Las heridas, más abiertas que nunca, hoy no sangran, sólo lloran.

Frío. Frío. Sólo frío.

Como duele. Como muerde. Como se retuerce escondido.

Se termina una historia, y se muere una canción. Se entierra un libro.

Que frío, Dios, fue aquel beso ¿me besó el vacío?

... acá el espejo está empañado, Gardel,
y parece que ha llorado
pa' olvidarse de su amor...

Descanse en paz una historia y se encurdele el samurai,
que hoy se dibuja con sangre
que hoy se despide con pena
que hoy ha enterrado un amor.
Tu amor.




Fotografía directa, sin Photoshop.





























SEPPUKU era una parte clave del bushidō, el código de los guerreros samurái. El seppuku se usaba para expiar un fallo al código del honor.

Previamente a ejecutar seppuku se bebía sake y se componía un último poema de despedida llamado zeppitsu o yuigon, casi siempre sobre el dorso del tessen o abanico de guerra. En el fatídico momento, el practicante se situaba de rodillas en la posición 'seiza', se abría el kimono (habitualmente de color blanco, que aún hoy sólo visten los cadáveres), se metía las mangas del kimono bajo las rodillas para impedir que su cuerpo cayera indecorosamente hacia atrás al sobrevenirle la muerte; envolvía cuidadosamente la hoja del 'tantō' (daga de unos 20 - 30 cms) en papel de arroz, ya que morir con las manos cubiertas de sangre era considerado deshonroso; y procedía a clavarse la daga en el abdomen. El ritual completo consistía en clavarse el tantō por el lado izquierdo con el filo hacia la derecha; cortar hacia la derecha firmemente y volver al centro para terminar con un corte vertical hasta casi el esternón.

Se ponía a disposición del practicante un ayudante en el suicidio, kaishaku en japonés. Este kaishaku era a menudo seleccionado para tal fin por el propio condenado. Numerosas veces era un amigo o un familiar. Su misión era permanecer de pie al lado del practicante y decapitarlo en el momento apropiado. Ese momento solía ser establecido de antemano a voluntad del suicida. Lo más habitual era acordar una señal que tendría que dar el que se disponía a morir, tras la cual el ayudante actuaba con rapidez mortal. En la mayoría de los casos, las víctimas no llegaban a clavarse el tanto y el simple ademán de empuñar la daga y acercársela constituía la señal para el kaishaku. Algunos samuráis cuantificaban el valor de los practicantes del seppuku según lo lejos que habían llegado en la práctica de ritual antes de que el ayudante procediera a la decapitación, siendo considerados de excepcional valor los que llegaban a practicarse el corte vertical hacia el esternón.
(Fuente: Wikipedia).

1 comentario:

Eluge dijo...

Maravilloso sueño, ese punto de luz onírica le da una gran calidez.
Saludos.