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martes, 12 de abril de 2011

Las dos lágrimas: Buscando el camino de regreso

Por las noches el lobo buscaba algún rincón a cobijo donde dar una cabezada. Unas rocas, algún seto, el tronco de algún árbol, nada especial, ni más ni menos cómodo, porque sabía que no iba a dormir y lo importante era descansar unas horas antes de seguir buscando el camino de vuelta.

Se acurrucaba sobre sus patas, apoyado en el costado que no tenía lacerado, y los recuerdos, los sueños, los fracasos, los fantasmas, su vida, iban dibujándose como espectros en aquellas pupilas grises iluminadas por la luz de la luna. No podía dormir. Recordaba que su existencia no había sido normal, pero, ¿acaso existe alguna existencia de lobo que lo sea? Aún así, como las hojas sueltas de un libro desmembrado, pasajes de su pasado le asaltaban en la vigilia, sobresaltándose con alguno de aquellos recuerdos.

Y fue consciente de que esas vigilias, y aquellas otras pasadas, se componían de remordimientos y mucho dolor. Se dio cuenta de que, como lobo, estaba ya marcado. Su fin sólo podía ser uno. El final de un lobo. El recuerdo del sabor agrio de la sangre en la boca lo conmovió. Recordó con una cierta sonrisa la satisfacción que le producía acechar a sus presas hasta cansarlas, ¡qué fuerte y rápido llegó a ser! Si hubiera podido engendrar algún lobezno, cuánto le hubiera enseñado.

Era imposible dormir. La noche, antaño cobijo, hoy era la luz que le delataba. Cambiaba de posición, se rebullía en su soledad, yerma de descanso. Suspiraba. No podía dormir.

El hocico, resecado por las largas caminatas, no encontraba el camino hacia el sueño. Ni el premio menor de un anhelado duermevela, pasadas las horas, hacía atisbo de asomar de entre las sombras. No podía dormir aferrado a sus recuerdos.

De repente, dos frías e inesperadas lágrimas le resbalaron por los ojos, que intentó atrapar entre sus pestañas, como si el más dulce de los sueños se le fuera a escapar bañado en ellas. Pensó que aquellos meteoros húmedos quizá fueran mañana la nueva pista del camino de vuelta. Los guardó en sus ojos, no dejándolos huir, humedeciéndolos el resto de la noche para que no se secaran. Y así, entre algún sollozo, escondido entre sus patas, el lobo se durmió.

Y logró soñar ....



2 comentarios:

Luis dijo...

Increíble la redacción. Termina pronto con el trámite en el que estas embargado y retornas a casa, y a parte de la fotografía, creo que es hora de que empieces a escribir. Y a eso te animo.

Eluge dijo...

Impresionante tus palabras y tus imágenes.
Un abrazo.